jueves, agosto 12, 2010

Felicidade


La felicidad es algo tan efímero, tan volátil… Y de pronto es tan escasa, tan cuasi inexistente que de pronto cuando te encuentras ante ella, ya sea ante la posibilidad de tenerla o de pronto, quien sabe cómo, sin saber cómo llegaste ahí te ves envuelto en ella, resulta complicado, sorpresivo, preocupante, extenuante, bizarro, raro…

Es tan rara esa cosa que los seres humanos llamamos felicidad, tan compleja, tan cotizada, tan codiciada y curiosamente se logra con tan poco como (por mucho que suene a cliché) una sonrisa, un abrazo, una mano en el momento preciso, un caramelo, una simple brisita refrescante.

Los seres humanos la buscamos, hambrientos, desesperados, desorientados, perdidos… La convertimos en nuestro motivo de vida, disfrazamos nuestras metas con muchos otros nombres pero aún así muy en el fondo, camuflageado, escondido, todos nuestros pasos intentan llevarnos hacia ella.

Nos embarcamos en negocios, trabajos, relaciones con el único fin de disfrutar de ella, aunque sea por unos segunditos… por un ratito… porque sabemos que como bien dice la leyenda, todo hemos de pagarlo en esta vida y los ratitos de felicidad seguramente nos serán cobrados con creces. Cuando la tenemos nos sentimos atónitos, estáticos, no sabemos a dónde ir ni qué hacer con tanta magia… A veces es tan agobiante que nos auto-saboteamos y la dejamos ir o intentamos salirnos de ella a toda costa… No, es que en realidad no era para mí… No, es que lo bueno dura muy poquito, así es la vida… Y miles de frases de ese estilo nos decimos para justificar la pérdida y no sentirnos tan mal.

Y nos caemos, nos deprimimos, maldecimos, luego nos levantamos y lo volvemos a intentar. La gente habla, piensa, escribe todos los días sobre, por y para la felicidad. La sentimos, la vivimos, la ansiamos…

Felicidad, divino tesoro. ¿Será que hay que buscarla? Y cuando se tiene ¿hay que atarla, amarrarla para que no se vaya? ¿O como a una flor, cuidarla, procurarla para hacerla crecer? Tantas preguntas y ninguna respuesta como de costumbre…

Y es que hoy debo confesarme, aceptarlo o por lo menos plasmarlo en este mi vertedero virtual de ideas, penas y confesiones… Soy feliz. Alocadamente feliz, tranquilamente feliz, felizmente acompañada, feliz aún cuando estoy “sola” pues en realidad nunca lo estoy del todo. Soy feliz en el presente, mi pasado parece reconciliarse con la felicidad, y me siento feliz soñando sueños futuros llenos de felicidad también. Soy feliz cuando sonrío, soy feliz cuando me preocupo, soy feliz hasta cuando estoy triste, por irónico que suene.

Esta felicidad llegó sin buscarla, en el momento preciso de manera tan inesperada que ni cuenta me di. De pronto vuelo, floto, navego tranquila, como si desde hace mucho nos conociéramos, como si la felicidad y yo siempre hubiéramos sido una misma cosa, aliadas, amigas… Y es que esta vez, y solo esta vez la vivo al máximo día a día, la disfruto, la gozo, no sé a dónde va, a dónde vamos, a dónde me lleve y cual sea el resultado… Y de pronto no me importa.

La felicidad llegó sin esperarlo con un baile de madrugada, se consolidó una mañana de charla en un sillón. Se ha venido construyendo librando las inclemencias del tiempo, los problemas, las incertidumbres, ha saciado sus ansias, deseos y pasiones renovándolos cada noche antes de dormir. Esta felicidad mía, que tanta falta me hacía, que ha sido bienvenida pues como se dice “ha traído la luz con ella”, esta felicidad mía, tan rara en su tipo y al mismo tiempo tan común, tan corriente, tan obvia es la que hoy me llena, es mi motor para ser, crecer, inventar, imaginar y CREER.

La felicidad, mi felicidad por lo pronto tiene sucursal en el “Café Denmedio” en los brazos de un marinero.